miércoles, 25 de febrero de 2009

Cinematógrafo


LUZ

Al principio nada fue.
Ni el agua para en ella el pez.
Ni la rama del árbol para la fatigada
ala del pájaro.
Ni la fórmula impresa para casos de duelo.
Ni la sonrisa en la faz de la niña.
Al principio nada fue.
Sólo la tela blanca
y en la tela blanca, nada...
Por todo el aire clamaba,
muda, enorme,
la ansiedad de la mirada.
La diestra de Dios se movió
y puso en marcha la palanca...
Saltó el mundo todo entero
con su brinco primeral.
La tela rectangular
le oprimió en normas severas,
le organizó bruscamente
con dos líneas verticales,
con dos líneas horizontales.
Y el caos tomó ante los ojos
todas las formas familiares:
la dulzura de la colina,
la cinta de los bulevares,
la mirada llena de inquina
del buen traidor de melodrama,
y la ondulación de la cola
del perro fiel a su amo.
El hombre tuerto sintió
que va a quebrársele el ojo
de cristal, a la embestida
de tantas y tantas visiones.
En el fondo gritó un erudito:
“¿Y la palabra y la palabra?”
Y todos los esfuerzos del mundo,
la fuerza lograda y gastada,
las máquinas maravillosas
para correr, para volar,
para amar, para aborrecer
se echaron a funcionar.
El primer día de la creación
humillado, pobre, vencido,
se marchó a llorar a un rincón.
Pero ya el instinto acechaba
en los ojos de la mujer
-la cabellera suelta al viento-
y en el tejer y el destejer
de la tela del sentimiento.
Y el primer día de la creación
se levantó de su rincón
y vino a asomarse a la tela:
en la mano diestra llevaba
el primer corazón del hombre,
que era el último corazón.


OSCURIDAD

El arco voltaico deja
desparramarse su alma
y lo entenebrece todo
la luz, madre de tinieblas.
Ha vuelto la tela blanca.
Pero ya es otra; se hizo
tela maravillosa.
Entre hilo e hilo de su trama
está encerrada toda cosa
y guarda avara
el mundo entero perdido.
Ya todas las almas sienten
su curso como de estrellas
que vivieron en valles floridos de la tierra
y besaron labios humanos.
Ahora vueltas al espacio
extraterrenal
siguen rodando hasta el día
que el destino astral las torne
a acercar al mundo puro,
la tela blanca.
Pedro Salinas